Cuando pensamos o nos referimos a los ballets clásicos más tradicionales existe generalmente en las creencia popular la idea de que estas obras que se crearon, muchas de ellas en la Rusia imperial durante el siglo XIX, permanecen inalterables desde aquella época y al reponerlas hoy en día, se busca siempre representarlas de la misma manera en que fueron creadas y estrenadas en su momento. A pesar de que esta idea está muy extendida no es más que un pensamiento que nada tiene que ver con la realidad sobre cómo fueron concebidas estas obras y cómo llegaron a nuestros días.
La realidad es que desde el momento de su creación y estreno en los teatros imperiales durante el siglo XIX, estos ballets fueron pensados desde un comienzo con la idea de que serían obras que sufrirían constantes y continuas revisiones. No fueron piezas pensadas para que permanezcan intactas por mucho tiempo, todo lo contrario se concebían bajo el concepto de que serían obras en constante evolución.
Dos factores principales influían a la hora de realizar cambios continuos sobre estas grandes obras del ballet, en primer lugar la poca o gran aceptación del público era un factor determinante. Si el ballet recientemente estrenado no recibía una cálida aceptación de la crítica y el público, éste inmediatamente era reformulado, de manera parcial o total, como fue lo que sucedió con El Lago de los Cisnes luego de su estreno. Otro factor determinante estaba dado por los intereses de las bailarinas que cubrían los roles protagónicos. Si estas “
Etoiles” de la danza quedaban disconformes con la participación que en estos ballets se les asignaba solicitaban al director del teatro y al coreógrafo que les incluyeran mayor número de variaciones a interpretar. De la misma manera si estas bailarinas creían conveniente, exigían que se insertaran variaciones que ya habían bailado con éxito y que pertenecían muchas veces a otros ballets. En la mayoría de los casos no importaba para nada que estos números nada tuvieran que ver con el argumento de este nuevo ballet y /o que el público reconociera que estas variaciones pertenecían a otras obras. Si a una
Etoiles esa variación la había catapultado a la fama la repetía temporada tras temporada en cada nuevo ballet que se estrenaba.
Es por estas situaciones que estos grandes ballets como
El Cascanueces, La Bella Durmiente, El Lago de los Cisnes, El Don Quijote, El Corsario, La Bayadera, etc. fueron obras pensadas para sufrir continuos cambios y revisiones. Nunca fueron pensadas para permanecer inalterables ni mucho menos. Durante la Rusia imperial del Siglo XIX estas grandes obras sufrieron muchas alteraciones la mayoría de las veces de la mano de sus propios creadores cada vez que volvían a subir a escena estos ballets. Marius Petipá quien era el coreógrafo estrella de los Ballets Imperiales conocía perfectamente que este proceso se realizaba de esta manera y creó sus grandes ballets bajo este concepto.
Con la caída de la Rusia Imperial y el advenimiento del comunismo estos grandes ballets cayeron en el olvido por diferentes circunstancias que no vamos a mencionar aquí (lo cual que sería motivo de otro estudio). Luego de un tiempo estas obras sólo se representaban en la Rusia Soviética y pocas de ellas y de manera fragmentada llegaron a los países de occidente. Pasando varias décadas y muy de a poco estos Ballets comenzaron a conocerse fuera de los límites de la cortina de hierro, es aquí donde se comenzó a construir la “leyenda” de que estas obras se mantenían inalterables desde su creación y que los maestros del ballet soviético eran los guardianes de esa tradición que supuestamente permanecía inalterable. De a poco se iban conociendo en occidente fragmentos de estas grandes obras que eran traídos por bailarines rusos que lograban escapar de la cortina de hierro. Es así como figuras como Rudolf Nureyev, Natalia Makarova y Mijail Barishnikov entre tantos otros se mostraban en occidente bailando fragmentos o en algunos casos montaban de forma integral estos grandes ballets de la Rusia imperial que permanecían ocultos para los ojos de occidente. Ya al comienzo de los años 80 Natalia Makarova interpreta para el American Ballet de Nueva York el ballet La Bayadera de forma integral lo que causó gran interés y conmoción en el mundo de la danza de aquellos días.
Con la caída de la Rusia Soviética, al comienzo de la década de los 90 toda esta “leyenda” sobre estos grandes ballets comienza a desmoronarse. Con la llegada de la globalización y la masificación de la internet toda creencia de que estas obras habían permanecido inalterables, resguardadas en la Rusia Soviética deja de poderse sostener. Comienzan a aparecer mil versiones sobre cada una de estas obras, muchas veces todas ellas venían de las manos de diferentes coreógrafos y repositores que habían trabajado para los diferentes teatros de la Rusia Soviética. Por otra parte, en occidente muchos de estos clásicos del Ballet ya habían sido re coreografiados tomando como base “supuestamente” el original de Petipa, en muchos casos. Un ejemplo de esto es cuando a Geroge Balanchine se le encarga en los años 50 la creación de una versión integral del
Cascanueces para ser interpretado por las compañías de ballet norteamericanas, solicitándole que esta nueva versión estuviera acorde a la idiosincrasia de los habitantes de aquel país.
Por otra parte hay que comprender que el avance de la técnica de la danza clásica ha sido inmenso desde los años 40 a esta parte, ni mencionar desde 1860 cuando estos grandes ballets comenzaron a gestarse. Por lo tanto y teniendo en cuenta fundamentalmente esto, sería imposible bailar estas grandes obras de la misma manera que se las bailó cuando se estrenaron, básicamente porque la técnica de la danza clásica ha cambiado tanto que sería esto absolutamente inviable.
Por otra parte hay que comprender que mucha de la mística del Ballet Clásico quiere seguir creyendo que todo esto que arriba mencionamos ha sido y es así, y es parte también del anecdotario y de su colorida historia cargada de historias de las cuales se puede escribir y hacer correr ríos de tinta y podría ser motivo de muchos filmes y de series televisivas de gran éxito. En el mundo del ballet una cuestión es su mística y sus leyendas y otra cosa es el estudio de los hechos fundados en documentos que hay detrás de todo esto.
Teniendo en cuenta que en Tucumán el Ballet Estable está pronto a estrenar una nueva versión del Ballet
El Don Quijote basada en el original de Petipá sería propio e interesante conocer como fueron realmente creadas estas obras, teniendo en cuenta que la idea del Working Progress del que se habla mucho en la danza contemporánea tuvo su cuna en lo más rancio de la danza clásica.